La entrada al olvido

 


La entrada al olvido

¿Y si existiese un portal mágico donde todos tus seres queridos quedasen en el olvido? ¿Dónde llegases a olvidarte hasta de ti misma?

Perder la memoria en aquel accidente de coche, fue como entrar a un portal, donde no existiese nada, donde todo fuese vacío.

Una entrada al olvido.

Me encontraba en un espacio repleto de nieve, todo era blanco, era hipnotizante ver como los copos caían y cubrían los árboles, mi vida no tenía sentido alguno, nunca había imaginado que perder la memoria fuese algo que me hiciera sentir hueca por dentro, olvidar quién era, no reconocer aquellos que se hacían llamar mis familiares o amigos y no reconocer mi propio reflejo.

Todos y todas querían que yo los recordara, pero aquello solo me causaba más dolor, sentirme mal al no caer en cuenta de quién era y de quienes eran ellos y ellas, mis pies se hundían en capas gruesas de nieve, y mi mirada estaba tan perdida como mi corazón.

¿Aurora? —Escuché decir a alguien, me giré y observé como un extraño se acercaba a mí, este tenía el cabello liso, era rubio de ojos verdes, al analizar su acercamiento, supuse que aquel nombre pronunciado por él, era el mío, el que no lograba recordar, el cual ya hace unos días me habían comentado los médicos.

Aurora...

Sí, soy yo. —Mentí, no quise que él supiera que yo había perdido la memoria, seguramente este se alejaría de mí, no quería quedar en el olvido, no quería quedarme sola, porque aquello me haría ser infeliz, sin embargo, yo estaba equivocada.

Aquel individuo para mí solamente era un desconocido, nadie más.

Entonces este se acercó y me plantó un beso en la mejilla, aquello me sorprendió y yo me aparté rápidamente de él, seguramente aquel chico era mi pareja, me sentí incómoda a su lado, él sonreía y yo hice lo mismo, porque era mejor fingir una sonrisa que enfrentar aquella cruda realidad.

Lo siento, tengo que irme. —Me excusé, alejándome de él.

Días después descubrí que tenía un grupo de amigos y amigas muy grande, que era una persona muy extrovertida, y tendría que fingir conocer a todas mis amistades, lo cual sería difícil, pero yo únicamente quería hacerles felices, no quería preocuparles, solo me importaba que sean felices.

Aunque me estaba olvidando de algo y era mi felicidad.

Aurora, a ti te gustan mucho las fiestas, ¿vas a ir a la de esta noche? —Me preguntó Diana, que decía ser mi mejor amiga desde que era pequeña.

Claro. —Mentí, cuando lo que en realidad lo quería era pasar las horas fotografiando aquel precioso paisaje que tenía frente a mis ojos, pero no tenía tiempo, tenía que prepararme para aquella fiesta y para las de los siguientes días, no me podía creer que un pasado fuera una persona tan diferente a como me sentía en aquel momento.

Dejar ir a las personas era algo que me costaba, sentí una punzada de dolor en mi corazón al pensar en que tendría que dejar ir a personas que en algún momento en mi vida pasada pude querer y me pudieron importar.

Al paso de los días, seguí mintiendo a la gente, fingía conocerlos, ni siquiera sabía como se creían aquello, no obstante empeoraba cada vez más, y más, mi vida estaba desbordada por la mentira, todo lo que hacía o decía solamente hacía que aquel vacío en mi pecho aumentará.

Puede que seáis las personas correctas, pero estáis en mi vida en el momento equivocado. —Les confesé, fui incrédula al suponer que aquellos y aquellas que se hacían pasar por personas que me querían me comprenderían y me concederían el tiempo que yo necesitaba, no obstante solo me dejaron claro que era una persona egoísta y mentirosa que solo pensaba en sí misma y que nunca me habían importado los demás, cuando todo lo que había hecho fue para poder verles felices.

Tras aquel conflicto, volví a dar un paseo por aquel lugar lleno de nieve, y se me ocurrió tomar fotos a aquel lugar, puesto que la última vez no tuve el tiempo suficiente. Tomar aquella fotografía, fue como si hubiese recuperado un pedazo perdido de mí, y lo había hecho después de estar meses haciendome daño.

Estaba feliz por descubrir algo que me gustaba, era la fotografía, poder inmortalizar un recuerdo.

Quizás perderme en aquel accidente, fue la forma de poder encontrar mi verdadera yo, tal vez la soledad en aquellos momentos fuera mi mejor compañía.

Al final entendí que nunca podría encontrarme a mi misma, si ponía por delante la felicidad de los otros, era una lucha interna con la que tendría que lidiar, quizás aquello sonaba egoísta, porque la gente así lo veía. Cuando alguien le da importancia a sí mismo, y se ama, la gente le llama egoísta, cuando tendría que admirarle, porque amarse a uno mismo es un trayecto difícil, lleno de obstáculos, pero no imposible.


Aya Kandil


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