La inexorable llegada del cazador


La inexorable llegada del cazador


Hace relativamente poco, en un bosque foráneo, una manada de lobos se encontraba corriendo con toda la energía que podían llegar a tener. Corrían sin parar, con vehemencia y frenesí, sin siquiera mirar atrás, permitiendo que los latidos de sus corazones y sus pisadas sobre la tierra junto a las ramas sean lo único que pudiesen tener al alcance de sus oídos. Tanta intensidad y adrenalina era que sentían, que ni siquiera podían pensar en adónde ir o qué hacer. Sólo sabían que tenían que correr, que tenían que mover sus patas sin parar, o sería demasiado tarde. 


Lobos de todas las edades: cachorros, jóvenes, adultos, viejos; todos se movían, y desgraciadamente no por el motivo que les gustaría: estaban siendo perseguidos. Cazadores moviéndose ágilmente, blandiendo sus extensas armas demostrando una sevicia que reflejaba sus deseos de asolar, de hacer daño, e incluso matar estaban usurpando el bosque.


A medida que la persecución iba teniendo lugar, algún lobo era alcanzado por una bala. Estaban quienes morían en el momento, otros aguantaban un poco más y otros simplemente comenzaron a desangrarse lentamente, dejando todo a su suerte. Todos iban cayendo, uno a uno, algunos con ganas de finalmente rendirse y otros todavía intentando levantarse.


Una loba en específico, Blevine, formaba parte de la escasez de quienes seguían en pie, pero llegó un momento en que el bosque dejó de serlo y llegó la pradera, que comenzó a ser surcada tanto por ella como por los cazadores que consideraban su manada algo deleznable. Ella no quería que su momento llegase, no quería aceptar que aquello era inexorable, no quería que le hiciesen daño, y mucho menos quería morir; ella tenía que seguir, y eso era lo que hacía, correr con audacia, con osadía: Blevine corría, corría y corría. ¿Habría chance de salir de aquella situación? 


Ahora solo quedaba ella y un amigo suyo, y pese a poder seguir corriendo, comenzó a dudar de sí misma, a desesperanzar al ver aquel acantilado que veía en la lejanía, distando cada vez menos de ella, pero en definitiva no iba a sucumbir.


Las balas seguían disparándose en su dirección, y a pesar del miedo corrompiéndola, no permitió que la negatividad tuviera acceso en ella, no lo hizo hasta que llegó al acantilado y sintió cómo un dolor punzante se extendía a lo largo de su cuerpo justo al haber saltado de él. Le había dado una bala.


Blevine cayó en la tierra. El golpe fue exorbitante, y ella ya no sabía qué hacer. ¿Vendrían a por ella? ¿Le arrebatarían su vida? Se temía lo peor debido a que apenas podía moverse, y no lo hizo hasta que dejó de oír aquellos vitoreos incomprensibles provenientes de los cazadores. Se habían ido. Y ella estaba allí, desangrándose. 


Dejó de pensar, Blevine estaba muy cansada y compungida, sentía un enorme peso encima del que ya era hora deshacerse. ¿Qué había por perder estando en aquel punto?


Y aulló, aulló como nunca antes lo había hecho. Dejó ir todo aquello que la atormentaba, sin tener propósitos de seguir adelante. Simplemente liberó sus emociones, aquella enorme vorágine de sentimientos que le provocaba ese peso que constantemente cargaba y de lo que nunca se dio cuenta que realmente le estaba afectando. Solo quería poner fin a todo aquello en paz, hasta que junto con sus aullidos escuchó otros que se escuchaban en sintonía con ellos. Las dos fuentes de vibración se fusionaron, y fue algo tan catártico, tan liberador… 


Para cuando ya dejaron ir todos sus lamentos, hizo presencia el otro lobo que quedaba en pie, el amigo de Blevine, Helecho, quien aulló con ella y le ayudó a curar su herida, además de motivarla a salir adelante, a reconocer su resiliencia. Este también fue alcanzado por una bala, pero supo manejar la situación con paulatinidad y parsimonia.

 

Cuando la joven loba recuperó las fuerzas y la energía suficientes para poder superarse, emprendió un nuevo camino con Helecho y los lobos vivos que quedaban. Entendieron que había lobos que simplemente querían acabar con el dolor en aquel momento y dejar de luchar al haber sido alcanzados por los cazadores, otros simplemente no pudieron levantar fuerzas sin ayuda, y otros no dieron suficiente, se dejaron llevar y cedieron. 

Sin embargo, a pesar de las adversidades presentes, estaban también quienes lo superaron por sí mismos, curaron sus heridas con recato y fueron condescendientes con otros. Así pues, se dieron apoyo mutuamente, y a pesar de seguir estando la posibilidad de que los cazadores vuelvan, ya no les dio tanto miedo: si pasaron por aquello una vez y lo sobrellevaron, pueden hacerlo otra vez con aún más fuerzas.


Eugenia Shalayko Morska



 

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Som alguna cosa en concret o som un tot?

Els moments difícils que tenim a la nostra vida es curen amb el temps?

És la vellesa l’estat que millor reflecteix la inexorabilitat del temps?