Solamente un minuto


Solamente un minuto


¿Y si te dicen que solamente te queda un día de vida? ¿Qué toda tu vida depende del tiempo?


—Te quedan 24 horas de vida, a eso me refiero a 1440 minutos exactos. —Anunció mi doctora, tenía marcada una sonrisa triste en su rostro, no sabía por qué ella sentía pena por mí, tampoco a nadie le importaba, ni siquiera a mi propia madre.


—¿Y qué más da? —Dije fingiendo que no me importaba en absoluto aquello, y salí de aquella sala sin mirar atrás.


Sabía que a la mayoría de la gente a la que le daban mi misma noticia haría cualquier cosa para poder disfrutar aquel último día de su vida, pero yo no lo iba a hacer, no serviría de nada, aquellas cosas las podría haber hecho en todo el tiempo en el que pude ser libre de mi enfermedad.


Recordé a mi madre, todos los momentos que pasamos juntos, la seguía queriendo, pero ella ya no merecía sufrir más por mi culpa. Hace unos años lo perdimos todo, ella me obligó a mudarme porque quería que su hijo tuviera un buen futuro, pero yo me negué y acabé escapando de mi casa, pero ahora lo único que quería era un abrazo suyo, la echaba de menos, pero no me lo merecía, fui un mal hijo, la hice sufrir.


Sabía que estaba siendo cruel conmigo mismo, pero me lo merecía.


Caminaba como un robot, parecía no tener sentimientos ni emociones, ni siquiera sabía donde iba, ya todo daba igual, iba a morir en menos de un día, pero todo aquello cambió cuando me choqué con una chica.


—Lo siento. —Se disculpó rápidamente la chica que tenía enfrente.


—No lo hagas, te acabas de tropezar con un muerto con vida.


—¿Muerto con vida? —Al preguntarme aquello le sonreí, no sabía ni como pudo ocurrir aquello, puesto que era tan infeliz, que hasta sonreír se me hacía extraño, al contarle mi lamentable situación ella me explicó que estaba pasando por lo mismo que yo, pero no la pude creer, ella no se veía triste ni devastada como yo, ¿cómo era posible aquello cuando sabía que su vida dependía del tiempo?


—Porque yo ya cumplí mi tarea en esta vida, soy feliz, y he hecho feliz a todas las personas a las que quiero. ¿Y a ti qué te falta para ser feliz en tu último día?


—Hacer feliz a la única persona a la que alguna vez le importe. —Confesé recordando a mi madre, aquella que luchó tanto por hacer que su hijo fuese feliz.


—¿Y por qué no lo haces? Tienes 23 horas para hacerlo. —Me comentó viendo el cronómetro que tenía en su mano, en aquellas 23 horas podría obtener lo que quería, quizás mi madre me perdonase después de todo, quizás por fin podría dejar este mundo siendo feliz.


—Quizás tengas razón. —No quería perder más el tiempo, ya había perdido suficiente, tenía que pedirle perdón a mi madre, debía de decirle lo mucho que la quería.


Aquella desconocida me estaba acompañando, el trayecto en coche donde vivía mi madre era de unas 14 horas, al montar el coche, sentí tantas ganas de volver a envolverme en sus brazos, solamente un minuto con ella me bastaría, solo volver a escuchar su voz.


Tras largas horas por fin llegamos a nuestro destino, estaba feliz, llamé a aquella dirección, pero cuando la puerta se abrió toda mi emoción y aquel sentimiento de felicidad se esfumó.


Aquella no era mi madre.


Nos abrió un señor, este nos explicó que era amigo de mi madre, y que ella vivía en otra ciudad, aquella ciudad estaba tan solamente a 7 horas de distancia, me paso su dirección y decidimos volver a tomar el camino, al fin y al cabo mi esperanza de volver a verla no se había ido por completo.


Siete horas después nos perdimos por un bosque, sentía rabia puesto que me quedaban nada más 2 horas de esperanza, no podía desperdiciarlas, tenía que encontrar a mi madre, sentí como mis ojos se humedecían, la chica solamente me sonrió, no entendía como podía sentirse tan feliz, al yo estar tan desesperado.


—Creo que ya sé donde nos hemos equivocado. —agregó ella con tono despreocupado, agradecí a dios al escuchar aquello.


Tras casi dos horas, habíamos llegado, a ver el tiempo en mi reloj, me congelé, me quedaba 1 minuto y 20 segundos, corrí hacia la puerta de aquella cabaña donde se suponía que vivía mi madre.


—Solamente un minuto, necesito un minuto más. —Llamé a la puerta desesperado, pero nadie abría, mi madre no me abría la puerta, ¿acaso ya no quería volver a ver mi cara?


Me confundí más al ver como la chica que me había acompañado y me había devuelto las esperanzas comenzara a reírse, no había nada de gracioso en la situación.


—Jake, es lamentable que estés pasando por esto, pero solo te di una lección, si no hubieras desperdiciado toda tu vida echándote la culpa y lamentándote, podrías haber vuelto a ver tu madre, que ahora ya ha fallecido. —Aquellas palabras fueron balas que se clavaron en lo profundo de mi corazón, mi madre había muerto. —Hay cosas que si no las hacemos en su momento, después ya será tarde.


Me quedaban 3 segundos.


Ni siquiera pude procesar aquello, cuando todo se volvio negro, mi alma estaba siendo evadida por culpa, cuando mi cabeza chocó contra el suelo, aprendí que nunca hay que dejar las cosas para después cuando se pueden hacer ahora, como decirle aquel Te quiero a mi madre, puesto que después de aquello una persona se puede arrepentir por toda una eternidad.


Porque nosotros y nosotras solamente somos títeres del tiempo.


Aya Kandil



 

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