Un muchacho egoísta, malagradecido y ambicioso


Un muchacho egoísta, malagradecido y ambicioso


Había una vez un chico llamado Lenny perteneciente a una pequeña y modesta familia cuya casa era una grandilocuente cabaña al norte del pueblo en el que residían. Tenía una familia muy unida y pasional que le quería como a nada, además de un afable y tranquilo gato de nombre Nyx. Lenny tenía una vida envidiable: una gran vida social, éxito estudiantil, una enorme casa y una súper familia. Sin embargo, él no pensaba lo mismo. No le gustaba su estilo de vida. No le gustaba su familia. No le gustaba su vida social. No le gustaba nada. Solo quería más y más. ¡No le bastaba! Quería más amistades, quería más caprichos, quería una casa más grande, quería vivir en otro lugar, quería, quería, quería… y nunca consideraba lo que ya tenía. «¡Es que no tengo nada!», se repetía sin cesar. 


Un día, armó semejante escándalo que alejó notablemente a su círculo amistoso de él, y el simple hecho de ser egoísta, malagradecido y ambicioso era suficiente incentivo como para que quisieran dejarlo solo, así que eso hicieron:


—Eres demasiado tóxico y no comprendes que lo único que haces es velar por tus caprichos. Te dejas llevar por el egoísmo centrándote en ti sin siquiera pararte a pensar en si lo que estás haciendo está bien o mal, o si causarás aflicción en alguien. La desidia te corroe cuando se trata del resto. ¡Lo peor es que esperas que todo esté hecho a tu favor, como si no tuvieses la obligación de hacer nada, y regularmente ha sido así debido a que tu familia quiere satisfacerte, pero tú sabes que ni a ella la mereces! Eres un pobre pueblerino cuya situación es deplorable, y nadie vive peor que tú, ¡claro que no!, ¡si siempre tienes la razón y eres digno de lo mejor, pero no tienes nada, no tienes una enorme mansión, no vives en el extrangero, no tienes más círculos amistosos…! y por eso quieres más gente con la que relacionarte, por eso quieres más cosas con las que pasártelo bien; pretendes que recibirás de todo cuando tú no das nada, y así no funcionan las cosas. Cuando lo entiendas y madures un poco quizás nos volvamos a ver, pero hasta ese entonces, sigue esperando. A ver si consigues a alguien más superficial que tú, que tan solo te fijas en las apariencias y cohíbes a la gente por ser como es.


Lenny se mostró impasible ante aquellas palabras. Intentó convencerse de que era porque no le importaba, aunque en el fondo de su ser, muy en el fondo, comprendía que no las refutó porque expresaban pura verdad: Lenny era egoísta, malagradecido y ambicioso, pero como no tuvo el valor de reconocerlo se marchó sin proferir palabra pensando en lo que presuntamente podría estar mal con él. 


Alguien supo decirle lo que era cierto de frente, y eso era algo a lo que no estaba acostumbrado, pero… vale, de acuerdo, quizás era egoísta y demás, sin embargo… ¿dónde estaba lo malo en querer más de lo que tienes? Tras vacilar en torno a aquella pregunta, se sintió un poco mejor, ya que llegó a la conclusión de que no había pecado alguno en ello, y respecto a afectar a otras personas… bueno, no era culpa suya, solo quería conseguir lo que sabía que merecía. Y, total, no eran problemas suyos los infortunios de la gente. Por lo tanto, no dejó que el discursillo de sus ex amistades lo influenciase… o eso creía.


Un día, caminando por las afueras del pueblo al querer respirar un aire que discierne del de su hogar, se encontró con un muchacho sentado en un banco, cuyas ropas estaban degradadas y malolientes. A su lado yacía una tácita y delgada cachorra, también sucia y endeble. 


Tiempo antes había visto a gente mendigando por dinero en las calles, y nunca les proporcionaba ni un centavo siquiera, porque pensaba que o bien estafaban, o bien porque ya tenía por supuesto que más gente les ayudaría. Total, no eran problema suyo.


Sin embargo, ver al muchacho y a la que parecía su fiel compañera, provocó que las palabras de sus amistades arribaran a su mente en cuestión de un parpadeo: «Eres un pobre pueblerino cuya situación es deplorable, y nadie vive peor que tú, ¡claro que no!, ¡si siempre tienes la razón, y eres digno de lo mejor, pero no tienes nada, no tienes una gran casa, no vives en el extrangero, no tienes más círculos amistosos!…».  Claro… viéndolo así, nunca ha hecho nada por alguien que no sea él, ni vaciló ante la posibilidad de que alguien tenga menos que su persona. ¿Cómo sería no tener un techo bajo el que dormir o bocados de los que siempre disfrutar? Se lamentó genuinamente al comprender que de no tener frente a él a alguien que demostrase lo que no era tener nada, seguiría siendo orgullosamente egoísta, malagradecido y ambicioso. Aunque… podía seguir siendo un simple estafador… ¿no?


El muchacho se sintió intensamente observado hasta que se dio cuenta de que quien lo miraba era Lenny, que realmente tenía la mirada perdida.


—¿Qué tanto miras? ¿Qué ocurre?


Lenny, tras saludar, le preguntó si podía sentarse junto a él para después preguntar:


—¿Hace cuánto vives así? Si quieres contarme, claro está.


Y el muchacho, de nombre Steven, le contó sin dar muchos detalles su historia. Realmente no tenía problema con contarla, ya que jamás perdía la esperanza y siempre se sentía motivado a salir adelante.  Estaba pleno de gratitud por el simple hecho de poder vivir y tener algún día algo que comer; él sabía que estaban quienes lo pasaban aun peor que él, por lo que no se quejaba. Simplemente era paciente.


Tras aquello, Lenny se sintió conmovido. Una mezcla de arrepentimiento y comprendimiento lo aplacaron, por lo que se prometió mejorar como persona, tanto por él como por el resto de personas rodeándolo. Le fue muy difícil comenzar a valorar lo que hacían por él, sin embargo, dejó la ignorancia de lado y ayudó a Steven y Mika, su perrita, a salir adelante. Finalmente, el Lenny egoísta, malagradecido y ambicioso desapareció, dando paso una versión madura, compasiva y leal de él, que valoraba lo que tenía y luchaba por lo que no. Total, la gente no era problema suyo, pero ser condescendiente no mataba a nadie.


Eugenia Shalayko Morska





 

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